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Hay gente que vive juntando animales. Son personas que se sensibilizan con el aullido de un gato o la cara de soledad de un perro huérfano. Entonces los recogen y los asilan en sus casas. El acto es para aplaudir. Pero, en ocasiones, el acto puede dar pie a una terapia.
Acumular animales de forma desordenada, si es algo exagerado deja de ser una acción humanitaria y se convierte en un trastorno. Es, de hecho, el Síndrome del Arca de Noé: reunir animales domésticos de forma obsesiva. Darles un hogar si están en la calle. Hablamos de la variente viviente del síndrome de Diógenes, la compulsión de los que juntan cosas.
De manera que estamos ante un fenómeno del siglo 21: la piedad mal entendida. Aglutinar animales tristes puede ser peor para todos. Instituciones mundiales que han investigado esta conducta, han detectado que, en estos casos, los animales recogidos no son más felices. Por ejemplo, la Federación de Asociaciones de Protección Animal de Madrid concluyó que estos animales sufren al no tener un espacio individual. Además, tienen menos comida y se sienten encarcelados. Afirman que los que padecen el Síndrome del Arca buscan animales, en parte, para satisfacer sus propias necesidades de cariño.
Lo que sucede es que los que reúnen animales de forma obsesiva son, por lo general, personas solitarias. Sin familia ni contactos. Están urgidos de afecto. Son, con frecuencia, personas que pueden tener un cuadro depresivo. Lo más complicado de todo es que los que padecen esta anormalidad no se dan cuenta del daño que producen. Creen que están haciendo una acción admirable. Y olvidan la salud física y sicológica del animal. Jamás un nuevo Noé, profeta sin barco, notará que lo que hace es acumular seres vivos. En esa situación, lo apto es que el animal esté libre. Y quizás más feliz. J