La zapatera que se niega a que su oficio desaparezca en el tiempo
De familia de reparadores de calzado, por más de 20 años administra su propio local en Iquique.
Mariela Cabello Venegas
De ojos centelleantes, estatura pequeña y sonrisa amable, Ingrid Vargas, atiende a sus clientes, que llegan con sus zapatos buscando una solución. Casi como si se tratase de una doctora del calzado, la mayoría acude con premura a preguntar si es posible reparar sus zapatos regalones.
Ingrid es hija de uno de los zapateros antiguos de Iquique y una de las pocas mujeres que se dedica a reparar calzado. "Aprendí hace uff, como a los 7 años, preguntando, mirando y cortándome los dedos. Si cortándome porque es difícil hacer los refuerzos", cuenta risueña mirándose las manos.
El oficio
Su niñez la recuerda siempre entre zapatos tratando de aprender. "Mi papá empezó barriendo en una Zapatería y después se inició en el negocio con una tía en lo que es Santa Cristina. Ahí empezamos nosotros con mi hermana a aprender y el problema es que yo era muy chica y apenas pasaba el mostrador", recuerda.
Bordeando los 10 años, daba sus primeras puntadas en este oficio. Ya sabía coser zapatos y teñir, pero, cuando iba a atender, la gente le decía "mejor traiga a alguien más grande", y ella llamaba a su hermana para los encargos.
"A mí me daba como rabia porque como que no me daban bola", sonríe.
Las labores
Su especialidad en el oficio es el coser, ya sean los zapatos o las carteras. Sin embargo sabe con gran destreza poner tapillas, medias suelas y otros arreglos en general.
Desde hace 20 años, que es cuando asumió la administración de la zapatería "Yenny" ubicada en Thompson, entre Ramírez y Obispo Labbé, trabaja con un maestro zapatero, pero es ella quien realiza estos trabajos cuando él se ausenta.
"Una de las cosas que me gusta de este trabajo es atender al público. Me gusta conversar con las clientas y desearles buen día. A veces la gente llega como enojada, pero cuando uno le dice que le vaya bien, se van con esas buenas vibras", dice.
Clientes
En sus años de trabajo, Ingrid ha visto pasar muchos clientes, los suyos provienen principalmente de los bancos y tiendas del centro.
Uno que disfruta recordando, fue un hombre que llegó a buscar unas sandalias de su esposa que habían mandado a teñir. "Uno tiene mucho cuidado, yo soy muy detallista, y le cayó una pintita de tintura en la plantilla. Entonces alegó y alegó, me sacó el título y dijo que era juez y yo le dije, pero esta no es su corte, y se tuvo que ir calladito", dice.
Pero no todos han tenido ese carácter, también recuerda entre sus clientes al doble oficial de Luis Miguel y el humorista, Daniel Vílches, que siempre va para cambiar las tapillas cuando está en Iquique.
"Como en el 2000 venían las productoras de Pampa Ilusión (teleserie) a arreglar las carteras que usaban. Decían que eran de utilería y siempre venían en ese tiempo", recuerda.
Cuero y plástico
Hoy ante la llegada de los zapatos sintéticos, Ingrid manifiesta que aunque sus clientes llegan más con zapatos de cuero, siempre es bien honesta con los clientes que le traen algo sintético. "Cuando nos traen zapatos de plástico, les aconsejamos que se compren otros, porque el arreglo les va a salir más caro". reconoce.
Ante la pregunta si teme que este oficio desaparezca a consecuencia del boom de zapatos económicos y sintéticos, pícara responde. "Mientras que la gente no vuele va a haber zapaterías (guarda silencio y termina) mientras la gente camine seguiremos existiendo", aseguró.
Ingrid Vargas,, Reparadora de zapatos., Desde los 7 años."
"Mi papá empezó barriendo una zapatería y después se inició en el negocio""