Cartas
Balneario municipal
Señor director:
Este mar azul nuestro de cada día que no envejece y tiene historia y vida propia. Que nació como "Baños de Mar", en su infancia y juventud fue conocido como los "Baños Municipales" y hoy en su madurez lo llamamos el "Balneario Municipal". Playa humilde y que cada verano nos entrega alegría, diversión, refresco, paisaje y belleza que solo los nortinos de corazón apreciamos en cada una de sus horas mágicas.
Nacemos mirando y oliendo al mar. Su bruma cubre la noche y su brisa refresca el día, no importa la estación del año que sea, allí estaremos siempre. Todo paseo, desde el familiar hasta el escolar, va a parar al mar. Pareciera que no tenemos otra parte dónde ir. Estamos atrapados por el desierto y sólo nos podemos arrancar por la orilla, allí entre olas y espuma: Changos, pampinos, mineros y gente del desierto, junto a nosotros, se sacuden el sol y limpian la puna que marca sus vidas, refrescándose en la sal del océano.
Para el año 1921 Antofagasta se preparaba para recibir una gran noticia, corría el mes de diciembre y el verano estaba en pleno apogeo sin respetar las fechas del calendario o el solsticios que marcaría el inicio oficialmente de un verano que comenzaba meses antes en la Antofagasta de antaño. El mar y solo el mar parecía clamar los dolores de cientos de desempleados o "desenganchados" que con tremenda tristeza e incertidumbre abandonaban las decenas de oficinas salitreras que comenzaban a cerrar sus faenas para dar inicio a una década marcada por la desesperanza, infortunio, desempleo y matanzas obreras que marcaría a Chile y su historia salitrera de por vida.
Por otra parte la ciudad, de la mano del alcalde modelo, Maximiliano Poblete Cortés luego de varias conversaciones y demostrando el histórico edil todo su peso y destreza política... y amor por la ciudad de Antofagasta, convenció a los "Caciques del Mapocho", en permitir que algunos recursos económicos de las millonaria obras de la construcción de nuevo puerto fiscal de Antofagasta que se desarrollaban sin contratiempos y con todos los adelantos y tecnologías más avanzadas de la época, sirvieran de base para las nuevas obras de lo que iban hacer los "Baños Municipales de Antofagasta".
Este nuevo puerto permitiría el abrigo seguro de buques de mayor calado y su estivación mecánica y en menor tiempo, además de descontaminar la bahía urbana de la ciudad de los escombros y basura flotante de veleros y vapores que llegaban a la costa por la marea, y además, liberar la carga apilada sin orden y respeto para los ciudadanos en las calles más céntricas de la ciudad.
Ricardo Rabanal Bustos